lunes, 22 de julio de 2013

ALGO QUE NUNCA HABÍA PENSADO


Veo la pantalla en negro con un cursor verde que prende y apaga de forma intermitente. Esta aplicación sólo la utilizo para escribir lo que posteriormente voy a copiar y a pegar en mi blog. Cuando veo esta aplicación en mi computadora, normalmente me encuentro en alguna combinación entre las dos posibilidades que voy a describir a continuación:

1.- Tengo un pensamiento o idea que ha venido apareciendo y reapareciendo continuamente en los últimos días.

2.- Algo importante sucedió en mi vida: Algo que hizo que me sentara a pensar y a tomar algún tipo de decisión de relativa importancia.

En este momento escribo aquí sin saber bien que rumbo va a tomar este debate mental personal, pero estoy seguro que en mi mente tengo una mezcla de ambas circunstancias. Escribir me relaja y me ayuda a organizar dichas ideas. Muchas veces cuando empiezo a escribir lo hago sin tener ningún tipo de plan o bosquejo sobre el tema. Las ideas salen por si solas de acuerdo a como van apareciendo los pensamientos.

Hace rato leí un pequeño artículo sobre una mujer que trabajó muchos años reconfortando pacientes con enfermedades terminales. Basado en las pláticas que tuvo con dichos pacientes, Bronnie Ware decidió escribir un libro en el que describía los remordimientos más repetitivos e importantes sobre los que platicó con sus pacientes. El libro se titula en ingles: "The Top Five Regrets of The Dying". El artículo que leí enumeraba brevemente esas pláticas en los siguientes remordimientos:

1. Ojalá hubiese tenido el coraje para vivir una vida auténtica por mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.

2. Ojalá no hubiese trabajado tanto.

3. Me hubiese gustado tener el coraje para expresar mis sentimientos.

4. Lamento no haberme mantenido en contacto con mis amigos.

5. Desearía haberme permitido ser más feliz.





Me quedé pensando y me hice algunas preguntas alrededor de cada uno de esos 5 temas. Fue una introspectiva interesante que me llevó a algunas conclusiones que no esperaba.















Justo ayer platicaba con alguien sobre diversos temas como: “La vida”, “La muerte”, “vivir la vida” y “que hay antes, durante y después de la muerte”. Recuerdo haberle dicho que si me tocara morir ahora, estaría bastante tranquilo y satisfecho con la vida que he llevado. Ayer, al decir eso, por supuesto que pensé que me hacen falta muchas cosas que me encantaría poder vivir, pero, en este punto me sentiría satisfecho con la forma y fondo de lo que he hecho hasta ahora. Me he divertido, he llegado a conclusiones importantes, he sido coherente con dichas conclusiones y casi siempre he tomado los riesgos que me han llevado a llegar a nuevas conclusiones aún más interesantes. Creo que me he divertido, he disfrutado y he aprovechado la mayoría de estos días. Muchas cosas no han sido lo que yo hubiese querido pero el balance es muy bueno. Prácticamente no tengo nada de que quejarme.


En otro tema, si midiera el día de hoy por si solo, desde el punto focal de el aprovechamiento del tiempo, ha sido un día profundamente desperdiciado y hasta fútil. Prácticamente desde la mañana hasta un poco antes de empezar a escribir esto, no hice absolutamente nada más que sobrevivir el día y esperar a que llegara la noche.

Algunas de esas horas desperdiciadas las pasé viendo tv y distrayéndome con las aplicaciones y redes sociales del teléfono inteligente actual.

Durante ese largo periodo de distracción poco racional y nada interesante,  en uno de los canales de televisión satelital, empezó una película cuya problemática inicial planteaba el tema de la enfermedad terminal y la inminente muerte de la esposa del protagonista: Una mujer de unos 48 años.

Realmente no vi la película pero las primeras escenas me hicieron pensar acerca de algo que nunca había pasado por mi mente:

Muchas veces he pensado, planeado y tomado decisiones en relación a diferentes posibilidades que involucran la muerte.

Hace algunos meses me di cuenta de que ya no soy el joven individuo que pensaba que era. Más rápido de lo que me gustaría admitir, me acerco a los 40 años sin poder hacer nada al respecto. La infantil idea de vivir para siempre empieza a desaparecer.

Mirando hacia atrás, no recuerdo nunca haber planeado nada alrededor de mi vida a los 40  o 45 años. Cuando más joven, siempre pensé que la vida a los 40 o 50 y hasta 60 años era un punto intermedio entre ser joven y ser viejo pero nunca pensé nada alrededor de ese periodo de mi futura vida.

Confieso que todas estas ideas que les he platicado, la película, la conversación que tuve ayer, el artículo que leí, me hicieron pensar una cosa que nunca había pasado por mi cabeza: "Si fuese a morir en 5, 10 o 15 y hasta 20 años, ¿que decisiones tomaría hoy? ¿Como me gustaría vivir esos años?

Cuando más joven, siempre pensé en la posibilidad de una muerte inmediata o una vida larga hasta viejo. Creo que nunca pensé que tal vez la energía vital me alcanzaba para llegar a los 45, 50 o 55 años y ahí se acabaría. A los 20 llegue a pensar en las posibilidades de morir, pero sólo se me ocurrían dos posibilidades: morir joven a los 21 o vivir hasta los 90. Nunca se me ocurrió que pudiese haber un punto intermedio. Nunca pensé en que un día iba a ser un hombre de 55 años.

Al igual que antes, hasta hoy sólo había pensado en la posibilidad de morir joven (a los 37) o vivir hasta viejo a los 90. Todas las decisiones de mi vida las he tomado pensando así. Me impresionó darme cuenta de que nunca he pensado en la posibilidad de algo intermedio.

Obviamente no se puede tener todo bajo control y mucho menos tener todas las posibilidades cubiertas.  Uno no sabe ni siquiera si va a morir a los 45, 50 o 55 años. Tal vez a los 60 o 65. Uno no sabe nada…

Lo que si me impresionó es que nunca había pensado en que la posibilidad de morirme a los 50 o 55 es real y la probabilidad es alta.

No es el objeto de esta entrada pensar en las matemáticas reales detrás de esas probabilidades. Lo que realmente me impresionó es que nunca hubiese pensado que un punto intermedio fuese posible. Todas las decisiones de mi vida han estado tomadas en base a la posibilidad de la muerte en el corto plazo o en el largo plazo. Mediano plazo; ¿Qué es eso? Nunca lo pensé.

Las últimas 3 horas y algunos minutos me ha venido retumbando en la cabeza la siguiente pregunta:

Si considera uno que es bastante probable morir a los 50, 55 o 60 años, ¿Que decisiones tendría que tomar hoy? Decisiones que permitirán que, en caso de que muera en ese intervalo de “vida intermedia”, pueda morir satisfecho con lo vivido.

Inmediatamente después, tendría una segunda pregunta: ¿Que decisiones tendría que tomar para que si llegase yo a muy viejo, esas mismas decisiones me garantizaran que en caso de no morir en esa etapa intermedia, seguiría en condiciones de poder morir satisfecho con lo vivido.

Realmente no se si tuve la capacidad de explicar los dos párrafos anteriores, pero la idea real era la siguiente: Hay que asegurarse de haber tomado las decisiones que permitan que, en caso de que no llegase a viejo, estuviera satisfecho y en caso de que si llegase, también estuviera satisfecho.

¿Es posible? ¿Son compatibles? Yo creo que si.



Al pensar en esta idea, se empezaron a complicar las siguientes ideas en mi cabeza. Ni siquiera sé si tengo una posible respuesta. Lo único que se es que si fuese a morir a los 60 y no a los 90 como siempre había pensado, en verdad tengo algunas decisiones importantes y urgentes que tomar. Ya se me ocurrieron varias.






Pensar en la muerte o alrededor de la misma siempre resulta complicado. He de confesar que la muerte, en este momento de mi vida, no me genera mucho conflicto. Lo que en realidad me preocupa mucho en relación a la muerte es el dolor.  El hecho de dejar de existir en este lugar y en esta forma no me preocupa mucho.

Por supuesto que tengo varias teorías relacionadas con lo que pasa al morir y probablemente mis creencias me ayudan a permanecer tranquilo y permitiendo que mi única preocupación sea el dolor.

Una sola vez en la vida he tenido una experiencia en la que por instantes pensé que ese era el fin inminente. La verdad es que no la pasé mal. Sólo pude pensar: "Que no duela mucho".

Del dolor, lo que más me asusta no es la intensidad del mismo sino que dicha intensidad sea por tiempo prolongado. Eso me pone en verdad nervioso.

Conociendo como funciona mi cerebro, hoy no voy a llegar a ninguna conclusión, pero sí estoy seguro de que la idea más importante ya la tuve y necesito tomar algunas acciones para poder llegar al punto a donde quiero llegar sin importar si esto se acaba a los 37, a los 55 o a los 91.

Es probable que todo esto que he escrito en esta entrada pueda parecer poco importante, pero a mi, que nunca se me había ocurrido, estoy seguro que me va a cambiar muchas cosas en la vida.

¡Buena noche!


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